Haunt

sábado, 28 de septiembre de 2013


(Music, by ~Albiona on DeviantArt).

Me conocéis. Sabéis que me gustan las desapariciones. Sabéis que me gusta hablar sin decir nada. Sabéis que me paso horas quejándome por cosas que no tienen arreglo. Que la lluvia me inspira, que el café me sabe a victorias, que las palabras me parecen vacías.
Sabéis que no me gustan los Intentos, ni las decepciones.
Pero lo haré. Os decepcionaré, aunque sea solo un poco. Intentaré describirla.

A ella.

Hay quien la compara con un león. Hay quien teme el tacto de sus garras sobre su piel, la marca de sus dientes clavándose en su carne. Hay quien admira el resplandor que deja tras de sí. Hay quien se sorprende ante su ira, ante su furia, ante su fuerza y su rabia. Hay quien dice que parece que el mundo es incapaz de contenerla.

Ella me retó a escribirle algo. Supongo que imaginó que tendría algún sentido, que le dedicaría un puñado de garabatos repletos de significado. Tal vez creyó que la haría fingir que no había llorado. (Vete tú a saber).

Pero es imposible. No se puede hacer llorar a un león. No se puede derribar una muralla por completo. No se puede alcanzar a quien roza el cielo con las puntas de los dedos. Y... ¿Sabéis qué?

La llaman Taila y me hace ver vídeos tailandeses lacrimógenos. La llaman Löwe y todos los días me hace creer en la fuerza del alma. Es tan fuerte que asusta, tan insondable que aterra. Es tan ella que no hay quien la cuente. Su historia está escrita en blanco sobre papel negro, porque tenía ganas de reírse un rato.

No se me da bien escribir sobre personas que podrían tirarme un diccionario a la cabeza por no saber hablar de ellas correctamente.

(Pero ella es música, espíritu y alma. Ella es indefinible).

Sobre tener algo y no cambiar nada

miércoles, 11 de septiembre de 2013


(Blue glass, by ~dreamsCrEaToR on deviantArt)


...Hey.
Hasta yo me doy cuenta de que debería tener algo mejor. Algo más que un saludo a medias y un puñado nuevo de promesas vacías. Algo más que un "a partir de hoy, todo será diferente". Algo más que yo.
Pero esto es lo que hay. (Y no me apetece cambiar nada).
¿Os cuento un secreto?

Me apetece pensar que puedo ser Azul eléctrico.

Elle me dit

miércoles, 28 de agosto de 2013

Pourquoi tu gâches ta vie?

Para qué negarlo, darse cuenta de ello cuesta casi tanto como aceptarlo una vez que lo sabes. Los humanos somos así, nos gusta estrellarnos contra nuestros errores y fingir que fueron aciertos. (O, al menos, que nos creemos que fueron aciertos).

A veces toca, si no retirarse, sí abandonar el campo de batalla. Momentáneamente, para volver con energías renovadas y mil locuras nuevas en la cabeza. Volver hablando de epicidades como si fueran el pan de cada día, volver pretendiéndonos héroes donde solo nos consideramos dueños del papel y la pluma... Necesitamos esos descansos, ¡nadie aguanta por siempre!

Y, en contadas ocasiones, esos descansos te hacen ver que no te equivocaste, que estabas en lo cierto todo el tiempo. Que ya ha llegado el momento de decir adiós, de abrir los ojos a un mundo diferente del que ya conoces. Que no desperdicias oportunidades si lo que estás haciendo no te merece la pena.

¡Sigo teniendo el mismo complejo de vikinga matadragones de siempre! Luchando por ser más alta, más fuerte, más imponente, más poderosa, más dueña de mis palabras y de mi vida. Luchando por convertirme en el ejemplo que no acabo de encontrar, luchando por ser una persona mejor.

Pero, aunque haya vuelto a mis guerras y siga teniendo tinta en las venas, hasta yo me doy cuenta de cuándo me estoy acercando al final. (Y de que, al menos esta vez, no voy a vencer).

"Por el valle de la muerte, cabalgaron los seiscientos"
-A. Tennyson 

73

miércoles, 24 de julio de 2013



—¿Nunca has querido saber qué hay más allá de esto?
Aquella pregunta jamás debería haber salido de los labios de Jorge y tanto él como yo éramos conscientes de ello. Sin embargo, decidí darle una oportunidad de arreglarlo. Dejé que sus palabras se evaporasen en el aire, me di media vuelta y no contesté.
Con un poco de suerte, nadie se enteraría. A Jorge le perdonarían la vida y no volvería a hacer una estupidez como aquella. Pero él no pudo apreciar el regalo que intentaba hacerle. Siempre le culparía por ello, hasta mi último minuto.
—Oh, venga ya. —Seguía hablando y yo empecé a llorar. ¿Por qué no podía cerrar la boca? ¿Por qué no podía dejarlo pasar?-. Nadie puede prohibirte pensar, nadie debería…
El ruido sordo que silenció sus palabras me desgarró el corazón. No me hacía falta mirar para saber que mi amigo acababa de caer al suelo, muerto como tantos otros. Lo habían fulminado como quien acaba con una mosca.
—Date la vuelta. —Me quedé quieta, temblando para el disfrute de esa voz desconocida. Si no me movía, tal vez me perdonase la vida—. No voy a repetírtelo, 73.
Así que obedecí, a sabiendas de lo que iba a suceder. Las lágrimas empaparon mis mejillas, aunque estuviera prohibido llorar. Apreté los dientes e intenté no temblar, comportarme de la forma más digna posible.
No se me daba bien eso de la dignidad. No se me daba bien quedarme callada cuando me iban a matar. Aquel hombre alto y de fríos ojos azules parecía creer que apuntarme con una pistola estaba bien solo porque llevaba un uniforme.
—Algún día te acordarás del número 73.
Él disparó, impasible. La bala me rasgó por dentro, me rompió el cuerpo y me atravesó, causándome un dolor que no había sentido nunca antes.
En aquel trastero de mala muerte, el número 73 dejó de respirar.
Morí.

Ser un idiota

jueves, 18 de julio de 2013

Era agosto, pero hacía frío. El cielo estaba nublado y cualquiera diría que iba a llover. A pesar de eso, estábamos en el jardín. Nos habíamos dejado caer sobre el césped, intentando alejarnos del mundo. Estábamos demasiado influenciados por las circunstancias como para poder levantarnos, demasiado destrozados como para tan siquiera pensar en esa posibilidad.
A decir verdad, nos lo teníamos merecido. Éramos unos egoístas y ni siquiera nos molestábamos en intentar ocultarlo. Llevábamos horas haciéndonos daño el uno al otro, rompiéndonos en el proceso pero demasiado orgullosos para rendirnos. Y yo me había propuesto ganar. No iba a dar mi brazo a torcer, no con ella.
-Eres un maldito idiota -dijo, volviendo a empezar.
Yo sonreí un poco, muriéndome de ganas de reírme en voz alta. Pero no lo hice, porque una parte de mí sabía que no soportaría las consecuencias. Por mucho que intentara fingir que éramos iguales, podría destruirme con solo un parpadeo. Y, en lugar de ello, me llamaba idiota.
-¿Crees que soy tan fácil de ofender?
Eso la hizo enfadarse más de lo que hubiera podido imaginar. Se incorporó, furiosa. Me di cuenta de que esta vez sí que se había propuesto insultarme. Sentí un nudo en el estómago que me aprisionaba, dispuesto a rasgarme desde dentro.
-Creo que te piensas que eres un héroe y te quedas en estúpido. Esa gente no existe, y cuanto antes lo aprendas, mejor. Esto es de verdad, no una película en la que todo sale bien. Así que déjalo. No vas a impresionarme si te tiras de cabeza desde un rascacielos, porque no sobrevivirías.
»En la vida real, tú te quedas en un revoltijo de huesos rotos. Y yo me río, porque todo es muy gracioso y tú sigues siendo un maldito idiota.

Sobre Skye

miércoles, 17 de julio de 2013

Skye era una persona diferente a cualquier otra que hubiese conocido jamás. Tenía los ojos del color verde de la hierba, se reía de una forma que me hacía desear detener el tiempo y era capaz de enfurecerse tanto que parecía un volcán en erupción. Era una artista, una luchadora, una valiente.
Había quien la llamaba excéntrica, había quien decía que era demasiado extraña para estar bien de la cabeza. Pero yo sabía la verdad, porque era la única respuesta posible a las preguntas que ella no había querido responder. 
(Y es que era una experta en evitarme). 
Su corazón nunca dejaría de latir, sus pulmones nunca la harían expirar. No tenía prisa, porque para ella ese concepto resultaba estúpido. En cierto modo, era una existencia terrible. ¿Cómo se vive sabiendo que nunca morirás? Bastante extraño era ya que no hubiera caído en el cinismo, en la locura absoluta.
Siempre recordaré el día en que me atreví a decírselo, a convertir el rumor sordo de mi mente en palabras dichas en voz alta.
-Eres inmortal.
Ella se rió, pero no le había hecho gracia.
-Solo los idiotas se dejan matar, ¿sabes?
Yo me reí también, pero seguía sin entenderlo… todavía.
De un pajarito llamado Azul. Con la tecnología de Blogger.

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15. Quería ser una batalla, pero me quedé en persona. Tres victorias a mis espaldas (y mil sueños en el futuro).
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