A decir verdad, nos lo teníamos merecido. Éramos unos egoístas y ni siquiera nos molestábamos en intentar ocultarlo. Llevábamos horas haciéndonos daño el uno al otro, rompiéndonos en el proceso pero demasiado orgullosos para rendirnos. Y yo me había propuesto ganar. No iba a dar mi brazo a torcer, no con ella.
-Eres un maldito idiota -dijo, volviendo a empezar.
Yo sonreí un poco, muriéndome de ganas de reírme en voz alta. Pero no lo hice, porque una parte de mí sabía que no soportaría las consecuencias. Por mucho que intentara fingir que éramos iguales, podría destruirme con solo un parpadeo. Y, en lugar de ello, me llamaba idiota.
-¿Crees que soy tan fácil de ofender?
Eso la hizo enfadarse más de lo que hubiera podido imaginar. Se incorporó, furiosa. Me di cuenta de que esta vez sí que se había propuesto insultarme. Sentí un nudo en el estómago que me aprisionaba, dispuesto a rasgarme desde dentro.
-Creo que te piensas que eres un héroe y te quedas en estúpido. Esa gente no existe, y cuanto antes lo aprendas, mejor. Esto es de verdad, no una película en la que todo sale bien. Así que déjalo. No vas a impresionarme si te tiras de cabeza desde un rascacielos, porque no sobrevivirías.
»En la vida real, tú te quedas en un revoltijo de huesos rotos. Y yo me río, porque todo es muy gracioso y tú sigues siendo un maldito idiota.
»En la vida real, tú te quedas en un revoltijo de huesos rotos. Y yo me río, porque todo es muy gracioso y tú sigues siendo un maldito idiota.
0 poemas:
Publicar un comentario